Cuando estamos en una disyuntiva sin saber qué hacer o a quién acudir, necesitamos de ese alguien que nos oriente, que nos conduzca, que con su experiencia pueda sacarnos de ese atolladero en el que nos hemos metido o estamos por entrar, en pocas palabras necesitamos de un buen consejo.
Es que no es fácil, encontrar a ese amigo sincero a esa persona que nos quiera y que desinteresadamente nos ofrezca su sapiencia, no es raro conseguir malas sugerencias o exhortaciones con doble sentido que lo que hace es llevarnos al desfiladero, el poder distinguir entre unas y otra es algo que solo se aprende con el tiempo.
“Nadie escarmienta en cabeza ajena”
Por ejemplo basta con que un anciano nos diga “Bendita sea la Limpieza. Y volvía la camisa lo de adentro afuera”, para que veamos al viejito con una cara de que ya los años lo están volviendo decrépito, pero cuando creíamos a esas personas que adulaban por delante pero que obraban de manera distinta a nuestras espaldas, dejándonos una desilusión en la boca, nos acordamos de que ya nos lo habían advertido con ese refrán del anciano.
Peor aun cuando nuestra propia madre nos dice algo como “a dos días buenos, cientos de duelo”, simplemente nos reímos y pensamos que nuestra buena fortuna duraría para siempre y luego que pasa solo pensamos cuánta razón tenía nuestra madre.
Los refranes y la sabiduría popular
Los refranes no son más que consejos dados por los pueblos que pasan de boca en boca y llegan hasta nuestros días, en pocas palabras lo que se conoce como sabiduría popular
España una mezcla cultural
Nos han dicho desde pequeño que España es una mezcla de cultura, y no hay nada que marque más esa orgullosa mescolanza que los refranes, el oír por ejemplo a alguien decir “ A Tétuan por monas y a Guadiana por bogas”, es algo para que el sentir español aflore por las venas.
Pero esa sabiduría ibérica que encierran los refranes, nos dan una serie de exhortaciones o sugerencias, no solo sirven como letrerillos, debemos poner en práctica lo que nos dicen, independientemente sea expresado por nuestra madre, por un sexagenario o por nuestro amigo de la escuela, piensa que si está ahí es por alguna razón.
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